3.2 El Proceso de Globalización y Nuevas Culturas
Tradicionalmente se ha establecido una división cronológica de Mesoamérica en tres periodos u horizontes artísticos y culturales que comprenden las fases más importantes del desarrollo de Mesoamérica, que son:
El Preclásico o de formación, que comprende de 1500 a.C.- 300 d.C. El Clásico o de florecimiento, que comprende de los años 300 - 900 d.C. El Postclásico, abarca los años de 900-1521 d. C.
Aunque el término "clásico" da a entender que en ese periodo se alcanzó el punto máximo de desarrollo cultural, los expertos niegan el supuesto, antaño vigente, de que lo mejor del arte y la arquitectura precolombinos se produjo en este periodo. Estas culturas se caracterizaron por su compleja organización política, económica, religiosa, social y cultural. A partir de estas peculiaridades se explicarán las diferentes culturas que se desarrollaron durante el esplendor mesoamericano. La siguiente tabla indica las diferentes zonas culturales.
Del Preclásico la cultura a la que se le ha dado mayor importancia es la olmeca, pues su influencia fue notoria en casi toda Mesoamérica. No obstante, en otras áreas se desarrollaron culturas tan complejas como aquella. Durante este período la cuenca de México contaba con un gran número de aldeas rurales, destacando en este horizonte cultural: Tlapacoya, El Arbolillo, y Zacatenco. Algunos de estos sitios revelan un desarrollo cultural independiente, mientras que otros, como Tlatilco, muestran el impacto cultural de los olmecas. Estas comunidades estaban gobernadas por sacerdotes, quienes eran los intermediarios entre los hombres, las fuerzas naturales, sobrenaturales y los antepasados.
Su organización social se basaba en clanes; no existían las clases sociales, sólo una división del trabajo en la cual había artesanos y gente dedicada a la agricultura, la pesca, la caza y la recolección. Los primeros centros ceremoniales surgieron hacia el año 700 a. C. Destacan Cuicuilco, Chimalhuacán y Teotihuacán, lo que muestra el comienzo de una etapa de desarrollo político - social en el cual estos centros actuarían más adelante como integradores entra las aldeas circundantes al Valle de México. La arquitectura se desarrolló a partir de la construcción de plataformas para chozas-templos. En Cuicuilco se levantaron basamentos con escalinatas y rampas para los templos (este sitio arqueológico se localiza en la delegación Tlalpan, al sur del Distrito Federal).
Su estructura económica descansaba en la agricultura, aunque comienza a cobrar importancia la producción artesanal, tanto para satisfacer las necesidades internas así como, para mantener un intercambio comercial con comunidades externas.
El primer horizonte cultural es el formativo o preclásico y la cultura más importante es la OLMECA. Su nombre significa 'país del hule' (del azteca u///, hule o caucho), habitó al sur del Golfo de México y es la más antigua civilización en Mesoamérica. Está considerada como la cultura 'madre' y Su esplendor se fecha desde aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Su área central ocupó unos 18.000 Km., que comprendió las pantanosas selvas de las cuencas ribereñas de los estados de Veracruz y Tabasco.
Su economía se constituyó por pequeñas aldeas costeras que practicaban una agricultura incipiente y mantenían el importante aporte de la caza y la recolección. Se basó en la agricultura y en el desarrollo de un intenso comercio; esta última actividad no sólo le permitió intercambiar productos sino también extender su cultura a lugares lejanos como el centro y sureste de México; su influencia llegó también a Centroamérica.
Su sociedad se componía por distintas clases sociales y una minoría de personas ejercía el poder. Existían grupos de comerciantes, artesanos, campesinos y tal vez militares.
En el arte fueron los primeros en emplear la piedra en la arquitectura y escultura, debiendo extraerla de los montes de Tuxtla. Las principales manifestaciones artísticas de los olmecas fueron la escultura y la cerámica. Crearon obras escultóricas como las colosales cabezas masculinas de basalto de 2.7 metros de altura y 25 toneladas de peso que son representaciones de hombres con nariz achatada y labios gruesos, cubiertos con una especie de casco circular. Son el claro ejemplo de su desarrollo escultórico; además elaboraron pequeñas estatuillas de jade y obsidiana.
La escultura monumental pertenece al ámbito de los centros ceremoniales; como Tres Zapotes y San Lorenzo (Veracruz) y La Venta (Tabasco). Los altares son composiciones iconográficas sobre bloques de piedra, en uno de cuyos lados aparece un nicho del que emerge una figura antropomorfa. Por otra parte, las estelas son bloques alargados tallados por un lado, con personajes de alto rango. Se han encontrado hachas y estatuillas de jade, jadeíta o serpentina, de formas muy diversas donde predominan las representaciones de la divinidad hombre-jaguar.
La cerámica se caracteriza por los vasos escultóricos, cilíndricos, platos de fondo plano y ollas globulares de cuello recto. Su sistema de escritura fue precursor de los jeroglíficos mayas, y es probable que el famoso calendario maya se haya originado en la cultura olmeca.
En la política se presentó un Estado teocrático y en la religión observamos una visión politeísta, como en todas las culturas de Mesoamérica. Sus dioses tenían forma antropomorfa y rendían culto al jaguar.
Los olmecas influyeron en los mayas, zapotecos y otros grupos del altiplano central, por ser la primera cultura que presenta características que se mantendrían a lo largo de toda la época prehispánica: la construcción de basamentos piramidales. El juego de pelota, la escritura mediante el empleo de glifos y el uso del calendario.
El segundo horizonte cultural es el Clásico. Las culturas más importantes de este periodo son: la teotihuacana, la zapoteca y la maya. El horizonte Clásico se caracterizó por el surgimiento, auge y decadencia de las grandes civilizaciones ya señaladas.
Además de que aportaron grandes avances en las ciencias y en las artes, nos dejaron una muestra de su desarrollo cultural que podemos admirar por medio de la arquitectura, la pintura, la cerámica y su trabajo en piedras y conchas (En el museo Dolores Olmedo se pueden apreciar caracoles mayas labrados).
Teotihuacán está situada a 45 Km. al noreste de la ciudad de México. El lugar fue ocupado por primera vez en los siglos I y II a.C. Las mejoras en las técnicas agrícolas, basadas fundamentalmente en la canalización de las aguas, hicieron posible una gran concentración de población que serviría de sustento económico a ciudad y de mano de obra para las grandes construcciones públicas.
A lo largo del horizonte Clásico, junto con Monte Albán, Cholula, Tikal, Palenque y Copán, Teotihuacán fue una de las ciudades más importantes de Mesoamérica. La decadencia de la ciudad ocurrió entre el 650 y 750. Para el año 800 la ciudad se encontraba completamente deshabitada. Se han formulado varias hipótesis para explicar su decadencia y posterior abandono: problemas internos, cambios climáticos e invasiones de pueblos del norte. Su población se dispersó por la región central de México.
La ciudad ocupaba una superficie muy amplia, 21 Km., y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes siendo considerada en ese entonces una de las ciudades prehispánicas más grandes del mundo mesoamericano. Sus notables monumentos incluyen las pirámides del Sol y de la Luna, que son dos de las edificaciones más grandes de Mesoamérica. La Ciudadela, el Templo de Quetzalcóatl y la Avenida de los Muertos (imagen inferior), son construcciones que representan la grandeza de la cultura teotihuacana. Estos lugares eran de culto religioso.
La sociedad teotihuacana logró un dominio sobre los pueblos cercanos y además influyeron, de manera notoria, en zonas muy alejadas, como sería el caso de las ciudades mayas de Centroamérica. La sociedad estaba compuesta por estratos sociales, en los cuales cada individuo se ubicaba dependiendo de la tarea que realizaba. La jerarquía más alta la constituían los sacerdotes, mismos que detentaban el poder. El grueso de la población desempeñaba distintas actividades, las cuales eran permanentes. Existían comerciantes, alfareros, agricultores y trabajadores de obsidiana.
En Teotihuacán existía un estado "teocrático", en el cual la clase sacerdotal había absorbido no sólo las actividades religiosas y ceremoniales, sino también las funciones políticas y administrativas, todo ello bajo la dirección de un rey-sacerdote.
Los teotihuacanos conocieron el cultivo de varias plantas alimenticias como el maíz, fríjol, calabaza, chile, algodón y maguey. La técnica agrícola utilizada era la de roza o desmonte, construyeron terrazas de cultivo en las laderas de los cerros así como canales de riego. Los utensilios domésticos y de trabajo que empleaban consistían en metates de piedra, cerámica doméstica y funeraria, malacates para torcer el hilo y telares para tejer; también contaban con agujas de hueso para cocer.
Entre los conocimientos que alcanzaron están la numeración, que se basaba en puntos y rayas, técnica usada también por los mayas y zapotecos; en la escritura ya aparece el símbolo del año a la manera de los mixtecos, y otros símbolos que indican el conocimiento de la cuenta de los días.
La religión que imperó en Teotihuacán era de tipo politeísta, y sus principales dioses fueron Tláloc y Quetzalcóatl. Tláloc era el dios de la lluvia, según la cultura mexica. En algunos estudios se especula que Tláloc pudo haber sido no sólo una deidad relacionada con la lluvia, sino también con la tierra, pues ambos elementos tienen que ver con la agricultura, que era la base de todo pueblo sedentario. La representación que se hace de Tláloc es la de un ser con características antropomorfas y animales, de ojos grandes y saltones, ataviado con un tocado de plumas. Su figura se puede observar en las pinturas murales, las cuales han servido para entender un poco más su culto religioso. Quetzalcóatl era la deidad creadora y su nombre tiene dos acepciones: la más común de ellas es la de "serpiente emplumada", pero también se le llama "el gemelo divino", haciendo referencia al astro que representa (Venus), y el cual se le consideraba gemelo por ser estrella de la mañana y estrella de la tarde.
El arte lapidario tuvo un gran desarrollo. Se conservan excelentes máscaras realizadas en piedras duras, como el ónice, la diorita y la serpentina, además de ser enriquecidas con mosaicos de coral.
Otra de las grandes culturas del periodo Clásico fue sin lugar a dudas la de los zapotecos, este grupo étnico pertenece al tronco lingüístico otomangue y se estableció desde el primer milenio a.C .en la sierra, valle central y en el Istmo de Tehuantepec, localizado en el estado de Oaxaca. Esta cultura tuvo un destacado papel durante el periodo precolombino y recibió la influencia de los olmecas.
El auge de la cultura zapoteca se dio entre el año 100 d.C. y el 800 d.C., que coincidió con el esplendor de Teotihuacán en la región central. Fue entonces cuando el centro de Monte Albán llegó a su máximo florecimiento. De ello dan fe los templos, palacios, adoratorios, plazas y canchas para el juego de pelota.
Hacia el siglo VI a.C., los zapotecos estaban en posesión de un sistema calendárico y también de una forma de escritura notable. De ello dan testimonio los centenares de estelas con inscripciones que se conservan en el centro ceremonial de Monte Albán. Dichas estelas se conocen como "Los Danzantes", ya que las posturas de las figuras humanas con las que se registran tales inscripciones llevan a pensar que están bailando.
En esa primera etapa del desarrollo zapoteca comenzaron a construirse tumbas de cajón rectangulares, en las que aparecen ofrendas y representaciones del dios de la lluvia Cocijo, deidad que habría de tener un lugar muy importante en el panteón zapoteca.
Además de Cocijo, dios de la lluvia, se adoraba a la pareja de dioses creadores llamados Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana, representación de la dualidad, que también aparece en las otras regiones de Mesoamérica. En este periodo de esplendor se consolida la presencia zapoteca en los ya mencionados Yagul y Zaachila, y en otros muchos lugares como Huajuapan, Juchitán y Piedra Labrada. En Monte Albán (alrededor del 500 a.C. y el 500 d.C.), que es el mayor conjunto urbano zapoteca, se aprecia que esta civilización mantuvo contacto primero con los olmecas y después con los teotihuacanos. Dado que concedían gran importancia a la adoración de sus antepasados más importantes, los zapotecos tienen una gran producción artística relacionada con los ritos funerarios.
Las tumbas de Monte Albán y de toda la zona de Oaxaca poseen elaboradas urnas funerarias, con figuras que representan divinidades asociadas con las fuerzas naturales como la lluvia y el viento.
En los templos de Monte Albán se aprecia la influencia del sistema de talud y tablero utilizado en la arquitectura de Teotihuacán, al igual que en las espaciosas plazas rodeadas de escaleras monumentales que conducen a los basamentos de los templos. Las tumbas tenían antecámaras y numerosos nichos decorados con frescos, que denotan la influencia de los murales de Teotihuacán.
Los zapotecos, al igual que otros grupos mesoamericanos, practicaban la agricultura de roza y desmonte, sembraban las semillas por medio de la "coa", sembraban maíz, fríjol, calabaza y chile entre otros. Adoptaron el sistema de regadío por medio de canales y el uso de las trojes para almacenar las cosechas, además se dedicaban a la caza, a la pesca y a la recolección, de las cuales obtenían los bienes necesarios para su alimentación. El comercio fue otra de las actividades importantes de los zapotecas y gracias a él obtenían los productos con que complementaban su alimentación.
Los zapotecos conocieron la astronomía, la numeración y la escritura que, vinculadas entre sí produjeron un calendario, en el cual se basaban para registrar los datos históricos, geográficos y religiosos, estos son testimonios de su alto desarrollo. Como todas las culturas clásicas mesoamericanas, tuvieron un calendario místico de 260 días y de trece meses, en el que cada mes constaba de 20 días. Además de éste, tenían un calendario solar de 365 días distribuidos en 18 meses de 20 días y 5 días suplementarios, que les servía para determinar las temporadas agrícolas.
También desarrollaron su propio sistema de numeración y de escritura cuyas muestras existen en numerosas estelas. La escritura era de carácter ideográfico y fonético, con un gran parecido con la escritura maya; por medio de los glifos, los zapotecas representaban los días y meses del año.
La cerámica zapoteca puede dividirse en cinco tipos: la primera con una marcada influencia olmeca, vasijas con la figura humana o de animales; el segundo tipo es de filiación maya, en donde predominan las vasijas de cuatro pies huecos; una tercera con rasgos teotihuacanos, principalmente en las urnas funerarias; el cuarto tipo de cerámica decae y en la quinta sufre influencias de la dominación mixteca y nahua.
El origen de la civilización maya es objeto de grandes discrepancias académicas en virtud de las contradictorias interpretaciones de los hallazgos arqueológicos. El periodo formativo comenzó, cuando menos, hacia el 1500 a.C. Durante el periodo clásico, aproximadamente entre el 300 y el 900 d.C., los mayas extendieron su influencia por la zona sur de la península de Yucatán y el noroeste de las actuales Guatemala y Honduras. Se construyeron entonces los grandes centros ceremoniales como Palenque, Tikal y Copán. Los centros mayas fueron abandonados de forma misteriosa hacia el año 900 y algunos de sus pobladores emigraron a Yucatán.
En el periodo postclásico, desde el 900 hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, la civilización maya tenía su centro en el norte de Yucatán. La migración tolteca de los itzáes, procedentes del valle de México, impactó fuertemente en sus estilos artísticos. Chichén Itzá, Mayapán y Uxmal fueron ciudades esplendorosas. La Liga de Mayapán, que dominó la península de Yucatán durante dos siglos, preservó la paz durante ese tiempo, pero tras un periodo de guerra civil y de revolución, las ciudades quedaron abandonadas. El periodo clásico de los mayas se extiende aproximadamente-desde el 250 al 900 d.C.
La fuente más completa y exhaustiva para el conocimiento de su mitología es el Popol Vuh (Libro de la Comunidad o del Consejo), Biblia de los maya-quichés. Deben considerarse también los Libros de Chilam Balam, escritos en maya de Yucatán en la época de la conquista, y la Relación de las Cosas de Yucatán de 1566, escrito por el fraile español Diego de Landa, el cual incluye interesantes datos sobre la vida de los mayas en el siglo XVI.
La economía maya se basaba principalmente en el maíz y el fríjol, aunque también cultivaban la yuca, el camote y la calabaza. Un producto que les servía como moneda y alimento fue el cacao (chocolate). También cultivaban el algodón, que les servía para la fabricación de sus vestidos, con el henequén elaboraban sandalias y cuerdas. La tierra de labor era de propiedad comunal y él trabajo se hacía de manera colectiva, por familias, a las cuales les asignaban tierras para cultivarlos Practicaban la apicultura y con la miel de abeja preparaban la bebida embriagante llamada "balche". La recolección de la sal, así como la caza y la pesca eran actividades de carácter comunal, una parte de los productos tenía que ser entregada al señor de la tierra.
Los comerciantes se organizaban en grupos y recorrían grandes distancias a pie y en canoa, éstos intercambiaban productos elaborados y materias primas, los cuales eran pagados con monedas como el cacao, plumas de quetzal, mantas y cascabeles de cobre.
Políticamente la sociedad maya se organizaba de manera independiente, gobernando una teocracia que dominaba a las demás clases sociales. Pero a finales del Viejo Imperio se había desarrollado una clase guerrera, como resultado de la necesidad de protegerse ante invasiones de otros pueblos. La misma que llegó a disputarle el poder a los sacerdotes.
Las técnicas del hilado, el tinte y el tejido consiguieron un elevado grado de perfección. Como unidad de cambio se utilizaban las semillas de cacao y las campanillas de cobre, material que se empleaba también para trabajos ornamentales, al igual que el oro, la plata, el jade, las conchas de mar y las plumas de colores.
Los mayas formaron una sociedad muy jerarquizada. Estaban gobernados por una autoridad política, el Halach Uinic, jefe supremo, cuya dignidad era hereditaria por línea masculina, y el Alma Kan, sumo sacerdote. El Jefe supremo delegaba la autoridad sobre las comunidades o poblados a jefes locales o bataboob, capataces de la explotación agrícola, que cumplían funciones civiles, militares y religiosas.
Los dioses mayas se distinguen por su naturaleza antropomorfa, fitomorfa, zoomorfa y astral. La figura más importante del panteón maya es Itzamná, dios creador, señor del fuego y del corazón. Representa la muerte y el renacimiento de la vida en la naturaleza. Itzamná se vincula con el dios Sol, Kinich Ahau, y con la diosa Luna, Ixchel, representada como una vieja mujer endemoniada.
Los mayas creían que había trece cielos dispuestos en capas sobre la tierra, regidos por sendos dioses llamados Qxlahuntiku.
Asimismo, se creía que existían nueve mundos subterráneos organizados en capas y regidos por dioses, los Bolontiku, que gobernaban en interminable sucesión sobre un ciclo o semana de nueve noches. El tiempo era considerado como una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por cataclismos o catástrofes.
La cultura maya produjo una arquitectura monumental, de la que se conservan importantes ruinas. Comparados con la cultura de Teotihuacán, dichas instalaciones parece que prestaron mayor atención a los aspectos ceremoniales y dedicaron menos interés a los urbanos. La mayoría de las ruinas mayas están en México. Entre ellas se puede mencionar Palenque, Yaxchilán y Bonampak en la península de Yucatán, Chichen Itzá, Coba, Dzibilchaltún, Edzná, Hochab Kabah, Labná, Sayil, Uxmal y Xpuhil. Otros emplazamientos importantes son los de Copán, en Honduras, y los de Guatemala: Piedras Negras, Quiriguá y Tikal, el mayor de todos los centros ceremoniales mayas. Su arquitectura se caracteriza por un sentido exquisito de la proporción y el diseño, así como por su refinamiento estructural y la sutileza de los detalles.
La pintura mural del periodo clásico maya alcanzó una gran perfección técnica y una gran calidad artística, logrando un notable equilibrio entre el naturalismo de los diseños y la gravedad impuesta por el convencionalismo de los temas. Los murales más importantes que se conservan son los de Bonampak (Chiapas). Las pinturas que ocupan la totalidad de las paredes de tres habitaciones de un edificio (790 d.C.) relatan acontecimientos bélicos que incluyen las ceremonias preliminares a la batalla (cuarto I), la batalla (cuarto II) y el sacrificio final (cuarto III). Existen fragmentos de antiguas pinturas en Uaxactún, Palenque, Coba y Chichén Itzá.
La talla de las piedras semipreciosas, en jade y obsidiana, suponen una valiosa aportación al arte maya. Figuras humanas y collares alcanzaron un grado de perfección que las hizo ser incluidas en los ajuares de las tumbas. Los reyes y dignatarios aparecen vestidos con taparrabos, camisas, capas, túnicas y mantas realizadas en algodón, piel y fibra vegetal. Los trabajos plumarios alcanzaron igualmente un gran desarrollo.
También se conservan algunos códices o libros con pinturas y signos glíficos, de temas religioso- astrológicos. Sobresale el Popol Vuh de los quichés, con relatos acerca de la creación del mundo, seres humanos y animales, así como recordaciones legendarias e históricas. Deben mencionarse los libros de los Chilam Balam, que incluyen profecías, poemas y narraciones, así como El Libro de Cantares, de Dzitbalché.
Entre los mayas, la cronología se determinaba mediante un complejo sistema calendárico. El año comenzaba cuando el sol cruzaba el cenit el 16 de julio, y tenía 365 días; 364 de ellos estaban agrupados en 28 semanas de 13 días cada una, y el año nuevo comenzaba el día 365.
Además, 360 días del año se repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses transcurrían de forma secuencial e independiente entre sí. Sin embargo, comenzaban siempre el mismo día, esto es, una vez cada 260 días cifra múltiplo tanto de 13 (para la semana) como de 20 (para el mes).
El tercer horizonte cultural es el Postclásico. Durante este periodo se da el surgimiento de sociedades muy adelantadas tanto por su cultural y tecnológico, como por su compleja organización social y una impresionante arquitectura. Esta es la época de los grandes imperios militares, y el más representativo es el mexica. A la par de éste existieron civilizaciones que lograron avances importantes, como los mayas y purhépechas.
Esta etapa es de gran importancia porque en ella ocurre la llegada de los españoles, que trajeron consigo una nueva religión y por lo tanto una nueva forma de pensar. Trajeron también el caballo y el mosquetón, desconocidos para los indígenas, quienes asociaban a los españoles con seres mitológicos. Es el periodo cultural más documentado, gracias a los escritos de frailes, militares e indígenas. Esta información ha permitido a los estudiosos reconstruir su vida cotidiana, religión, economía, clases sociales y, por supuesto, su forma de gobierno.
Los mixtecos habitaban los actuales estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla, y llamaban a su país Mixtecapan o Mixteca, que significa "país de las nubes", debido a que sus primitivos lugares se localizaron en la serranía. Esta región estaba dividida en Mixteca alta y Mixteca baja.
La sociedad mixteca nunca llegó a adquirir una unidad política, sino que constantemente habían dispuesto de distintos señoríos, y después de una serie de luchas entre los principales reinos por conseguir la hegemonía de la zona. Los mixtecas y zapotecas celebraron una alianza para enfrentarse a los mexicas.
Los mixtecos estaban divididos en dos clases sociales como se observa en la siguiente tabla:
De ahí que el sistema social se caracterizara por tener a la cabeza de cada pueblo a un cacique, miembro de la clase gobernante y heredero de la máxima autoridad. La clase plebeya por su parte, se dedicaba al campo, a la elaboración de artesanías y, cuando era necesario, a la guerra. La sociedad estuvo supeditada a la voluntad del sector militar, que establecía las normas a que debían sujetarse los restantes grupos sociales.
La sociedad mixteca fue esencialmente guerrera. Los soldados eran reclutados en los barrios de los señoríos, y cada uno de éstos tenía capitanes que eran escogidos de la clase superior.
Los mixtecas tenían la creencia de que antes de que comenzara la vida sobre la tierra existía una pareja divina, la cual hizo surgir la tierra de las aguas, separándola del cielo. Dichos dioses tuvieron hijos que inventaron la agricultura y crearon a los demás dioses. De todos ellos los más venerados eran: Hituayuta, dios de la generación, Yosotoyua, dios de los mercaderes y Cohuy dios del maíz. Pero el dios principal, era Yostaltépetl, representado por una gran esmeralda verde que tenía grabados un quetzal y una serpiente. También rindieron culto al Sol, al cual sacrificaban prisioneros de guerra, y a Quetzalcóatl.
Los mixtecos tenían un calendario ritual de 260 días y un calendario solar de 365 días. Con la corrección del calendario, los signos que servían para dar nombre a los años cambiaron, dejando de ser como en el sistema zapoteca, para adaptarse al mexica. La escultura mixteca se caracterizó porque produjeron extraordinarias figuritas de jade, cristal de roca y de otras piedras preciosas que usaban para la manufactura de alhajas, collares y pendientes. El arte lapidario de los mixtecos produjo vasos de roca, tecalli y ónix, siendo notables por su perfecto diseño y su belleza, su acabado generalmente adoptaba la forma de animal, como monos y conejos.
Fueron los mixtecos de Oaxaca los que probablemente importaron a México la técnica de la metalurgia, convirtiéndola en una gran artesanía con un estilo peculiar (estilo mixteca) que ostentaban casi todos los objetos de metal de la época prehispánica. Los joyeros mixtecos hicieron ricos adornos en una gran variedad de formas, aplicando las técnicas de fundición o cera pulida, el martillado o repujado y la filigrana. Los principales metales usados fueron el oro y el cobre, con los cuales hacían collares de cuentas que remataban en cascabeles, anillos con cabeza de águila o jaguar, pendientes con representaciones de dioses, orejeras, pectorales y otros ornamentos.
Sus trabajos en piedra y en diferentes metales nunca fueron superados. Se especializaron en el labrado de la madera, destinado principalmente a las complejas decoraciones de los átlatl (instrumento utilizado para lanzar flechas) y en el tallado de los teponaztli de uso ceremonial (instrumentos horizontales de percusión de forma cilíndrica y ahuecados). Otras de sus especialidades fueron los mosaicos de plumas, la alfarería policroma decorada y el tejido y bordado de telas.
Las contribuciones más importantes de los mixtecos son: los registros pictográficos en códices hechos sobre piel de venado, en los cuales se plasma la historia militar y social, en donde se narran aspectos de su pensamiento religioso, hechos históricos y registros genealógicos de su cultura (ejemplificada en el códice Nuttall). Las piezas más notables que se conocen proceden de los enterramientos de Monte Albán, descubiertos por el arqueólogo mexicano Alfonso Caso, que se exhiben en el Museo Regional de Oaxaca.
Entre los siglos XI y XII de nuestra época, los mixtecos se vieron influidos por la cultura tolteca, cuya característica civilizadora los motivó a buscar asentamientos más estables que los que habían tenido. Dominaron a los zapotecas mediante invasiones a sus tierras, guerras y alianzas políticas vía matrimonios. De ese modo se apoderaron de Monte Albán, que había sido abandonada por los zapotecas. Tanto en esa ciudad como en Mitla aportaron conceptos arquitectónicos evolucionados, como las grecas geométricas de piedras ensambladas que adornaban sus palacios. Otras ciudades zapotecas de las que se apoderaron fueron Zaachila y Yogul, también en el estado de Oaxaca, con las que se cierra el conjunto del impresionante legado de esta cultura.
En el estado de Veracruz se desarrolló la cultura olmeca en el horizonte Preclásico. Dicho estado fue la cuna del desarrollo de dos culturas más, la Totonaca y la Huasteca. Por el momento abordaremos la totonaca que ocupó parte de Veracruz y algunos puntos de Puebla. A dicha región cultural se le conoce como Totonacapan. Los arqueólogos han encontrado testimonios de este grupo prehispánico en Zapotal, Islas Sacrificios, La Antigua, Zempoala, Las Higueras y Tajín.
Los totonacas dependieron primordialmente de la agricultura, la que supuso dominar la cerrada vegetación de la región del Totonacapan y hacer posible el cultivo del maíz, fríjol, calabaza y vainilla algunos de los productos que distinguieron a los totonacos de los demás grupos prehispánicos de Mesoamérica. Desarrollaron un comercio con las provincias vecinas, especialmente con los huastecos y los cholultecos, así como con diferentes pueblos del centro de México. Se dedicaron también a la producción de artesanías con el fin de intercambiar productos que ellos no tenían. Probablemente la forma de gobierno que practicaban los totonacos correspondió a una teocracia que organizaba y dirigía todas las actividades de la región, distribuyendo todas las actividades administrativas entre sus miembros y el control de pueblos subordinados a los mismos sacerdotes y jefes menores.
El poder también se ejercía por una casta de gobernantes y comerciantes. La mayor parte de la población, integrada por agricultores, cazadores, constructores y artesanos, pertenecía a los grupos inferiores. Los totonacos eran excelentes constructores. Sus edificios, como Tajín y Zempoala, pueden admirarse en la actualidad. Además, fueron artesanos notables; se han encontrado infinidad de objetos ornamentales, elaborados con piedras preciosas y metales.
La ciudad de Tajín se compone de más de 200 edificios. Los principales, dispuestos en dos grupos: Tajín, construido entre los siglos III y VIII de nuestra era y Tajín Chico, el cual floreció entre los siglos IX y X. Fueron distribuidos de acuerdo con el relieve: unos dentro la cañada y otros fuera de ella. En esta ciudad se aprecia cierta influencia con los grupos del centro de México; se observa la influencia arquitectónica de la ciudad sagrada de Teotihuacán. Las construcciones de Tajín Grande se caracterizan por la decoración de nichos; y las de Tajín Chico, por sus grecas.
La construcción principal de Tajín es de siete cuerpos los cuales disminuyen de tamaño a medida que se van superponiendo uno en el otro. Tienen al frente una escalera limitada por gruesas alfardas adornadas con grecas. En todos sus cuerpos hay un total de 364 nichos; sin embargo, algunos arqueólogos piensan que tal vez fueron 365, los cuales corresponderían a los días del año solar. De cualquier manera, ello demuestra que conocieron y desarrollaron un avanzado y complejo calendario y manejaron una concepción propia del universo.
Los totonacos mostraron una gran sensibilidad en el trabajo escultórico, sobre todo al utilizar la serpentina, jadeíta, o piedras duras como la diorita y el basalto, con el fin de tallar bajorrelieves en las lápidas usadas para cubrir algunos edificios. Sus trabajos escultóricos más conocidos son los yugos, las hachas y las palmas, bellamente decoradas, empleados con propósitos rituales y funerarios.
Fueron también grandes alfareros. En Isla Sacrificios, Zapotal, Los Otates, Zempoala y Tajín, se han rescatado vasijas, sahumerios y otros trabajos de alfarería con decoración policroma. Las caritas sonrientes, hechas en barro cocido, muestran toda la gama de la alegría humana a través de la risa, que les han hecho tan famosas. Rendían culto, especialmente, al Sol a Quetzalcóatl, quien adoptaba varias formas vinculadas a la lluvia, al maíz o al planeta Venus; a Xochiplilli, dios de las flores y de la vegetación, así como a Mictlantecuhtli, señor de la muerte.
Los toltecas (en náhuatl "maestros constructores"), emigraron desde el norte de lo que ahora es México, tras la decadencia (en torno al año 700 d.C.) de la gran ciudad de Teotihuacan y establecieron un estado militar en Tula, 64 Km. al norte de la ciudad de México. Se cree que su llegada marca el cenit del militarismo en Mesoamérica, puesto que el ejército empleó su mayor potencia para dominar a las sociedades vecinas.
El pueblo tolteca creó una refinada cultura, así como notables aportes técnicos sobre la fundición del metal, el trabajo sobre piedra, la destilación y la astronomía.
Los toltecas mantuvieron una economía basada en la agricultura del maíz y de la calabaza y en el comercio de las artesanías, que utilizaban para intercambiar productos con otras regiones.
Se trataba de una sociedad austera, de guerreros pragmáticos, que parecían más interesados por la función que por la forma, de modo que produjeron pocos objetos artísticos. La cerámica más apreciada, por ejemplo, fue la llamada plomiza o plumbate, y la anaranjada fina importada de artesanos que vivían en la costa del Pacífico, cerca de la actual frontera entre México y Guatemala. La cerámica plomiza, única cerámica vidriada de Mesoamérica, tiene una superficie metálica, habitualmente gris-verdosa, resultado de la vitrificación de una barbotina de arcilla durante la cocción para obtener el brillo.
La arquitectura y la escultura tolteca reflejan claramente la influencia de la cercana Teotihuacán. El templo que se encuentra en la cima de la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli o de la Estrella Matutina, en Tula, tiene unas columnas de 4.6 metros de alto, modeladas como imponentes guerreros rígidos, conocidos como atlantes, que guardan el recinto sagrado.
Alrededor de la base de esta pirámide existen palacios y recintos ceremoniales, probablemente para la elite militar. Se cree que estaba dedicado a Quetzalcóatl, la "Serpiente Emplumada", deidad que los toltecas adaptaron de culturas anteriores y la adoraron, como al dios del planeta Venus.
Al pie de la cara norte de la pirámide hay un elemento arquitectónico ideado por los toltecas que pudo haber servido para asegurar un espacio ceremonial secreto que se denomina coatepantli o "muralla de serpientes". El coatepantli consiste en un friso labrado en piedra que muestra una sucesión de serpientes que persiguen y devoran esqueletos. 0tro elemento arquitectónico fue el tzompantli o "altar de cráneos", una plataforma baja cercana a la pirámide principal, provista de soportes para apilar o ensartar las cabezas cercenadas de los sacrificados. El recio arte tolteca muestra una faceta de vigor por la forma en que se destaca el predominio del guerrero sobre el sacerdote, una visión que se mantendría a lo largo del horizonte posclásico mesoamericano. Según la leyenda un dios rival tolteca, Tezcatlipoca, hizo que Quetzalcóatl y sus seguidores abandonaran Tula en torno al año 1000 d.C., desplazándose al sur donde posteriormente fundaron la ciudad maya de Chichen Itzá, convirtiéndola en su capital y en un importante centro religioso.
La civilización tolteca decayó en el siglo XII, cuando los chichimecas, junto con otros pueblos indígenas, invadieron el valle central y saquearon Tula. Los toltecas del sur fueron asimilados por los mayas, a los que habían conquistado anteriormente. Hacia el siglo XIII la caída de Tula y del poder tolteca abrió el camino para la ascensión de los aztecas.
Hablar de los aztecas o mexicas es hablar de un imperio poderoso que lleva a plantearnos nuevas interrogantes sobre su surgimiento y decadencia; es por eso que más adelante nos referiremos a ellos en un apartado especial. Aquí solamente se presentan algunos rasgos de este grupo cultural. Los aztecas o mexicas que dominaron el centro y sur del actual México, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI, y establecieron un vasto imperio altamente organizado, destruido por los conquistadores españoles y sus aliados tlaxcaltecas. Algunas versiones señalan que el nombre de azteca proviene de un lugar mítico, situado posiblemente al norte de lo que hoy en día es México, llamado Aztlán; más tarde se autodenominaron mexicas.
El hecho de que los aztecas fueran capaces de consolidar un imperio tan poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en una leyenda, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal sobre una roca y sobre él, un águila devorando una serpiente.
La región huasteca se distingue por haber sido ocupada, la mayor parte de la historia mesoamericana, por prácticamente un solo grupo étnico. Los huastecos son el único grupo hablante, de una lengua de filiación maya, que no habita en dicha región. Diversos datos arqueológicos hacen suponer que se separaron de ese tronco lingüístico alrededor del 900 a.C.
Los huastecos ocuparon una enorme extensión a lo largo de la costa del Golfo de México, que comprendía Tampico, el norte de Tuxpan, Veracruz, y otras porciones montañosas de los estados de Hidalgo y San Luis Potosí. En estos estados se han encontrado restos arqueológicos de dicha cultura.
Entre los asentamientos sedentarios más antiguos del área se encuentran: Pavón, Tabuco y Altamirano, este último con una antigüedad de 1600 a.C. Durante el Clásico florecieron, entre otros sitios, Ébano y Tancahuitz. También por ese tiempo la región alcanzó su primer apogeo, en el que aparecieron dos de los rasgos distintivos de la cultura huasteca: la arquitectura con esquinas redondeadas y la escultura.
Todo el territorio de la huasteca está cubierto de múltiples montículos llamados "cúes", de planta circular o semicircular, sobre los cuales se construían los adoratorios para sus dioses. El más claro ejemplo es la "pirámide redonda", que se localiza en la zona arqueológica de Las Flores, en Tampico. En Tamuín se localizan pinturas al fresco que representan un desfile de doce personajes, sacerdotes o dioses huastecos, en las que se puede apreciar la fuerte influencia del arte mixteco.
A menudo enterraban a sus difuntos bajo los cimientos de sus casas y en algunas ocasiones dentro de los montículos. A los difuntos se les colocaban diferentes objetos utilizados por ellos en la vida diaria, ya que los huastecos creían que estos objetos los ocuparían en la otra vida.
La escultura huasteca logró su más importante desarrollo en las esculturas de gran tamaño, las que representan figuras humanas, lisas o cubiertas, de finos dibujos. Entre las esculturas más representativas está la de la diosa Chicomecoattl; y la del Adolescente, considerada ésta una verdadera obra maestra de la escultura prehispánica. La cerámica huasteca se caracteriza por la fabricación y utilización de un barro color crema bien pulido, y la decoración está hecha por medio de modelado, grabado, pintura policroma o al fresco.
La cultura huasteca tuvo su auge en el periodo Postclásico, extendiéndose sobre un amplio territorio dividido en varios señoríos independientes los que eran controlados por ciudades como: Tancol, Tamuín, Tantoc y Castillo de Teayo.
Purhépecha es el nombre con el que se conoce a los habitantes indígenas que dominaron el occidente de México a la llegada de los conquistadores españoles. Si bien el nombre más conocido de este grupo es el de "tarascos", ellos se autonombraron purhépechas.
Los purhépechas, al parecer, llegaron a la región central de Michoacán en los inicios del siglo XIII, guiados por su líder Ireti-Ticatame. Su origen no está aun suficientemente claro, ya que ni racial ni lingüísticamente pertenecen a alguna de las grandes familias mesoamericanas, sino que más bien se les asocia con los zuñí de Norteamérica y con los indígenas de la familia quechua de Sudamérica, con quienes mantienen importantes coincidencias en el ámbito político (organización social), religioso (ambos pueblos eran adoradores del sol y se decían sus descendientes) y lingüístico.
Hacia el año 1300 surgió una figura, mitad legendaria y mitad real, llamada "Tariacuri". A la muerte de Tariacuri el reino se dividió en tres, cada uno gobernado por uno de los primos reales, con capitales en Tzintzuntzan, Ihuatzio y Pátzcuaro. Respectivamente los purhépechas mantuvieron una serie de fuertes y guarniciones en su línea fronteriza, donde se desarrollaron grandes batallas, sobre todo con los chichimecas y mexicas. Existía un ejército regular, en ocasiones auxiliado por guerreros, que mantenía una constante vigilancia del territorio ante el peligro de invasiones.
La defensa de las tierras del reino corría a cargo del ejército regular, pero en ocasión de largas guerras, que los llevó a conquistar nuevos territorios y a defensa propia, los antiguos michoacanos utilizaron a las etnias que mantenían sojuzgadas. De esta manera, en la defensa del reino participaron otomíes, tecos, cuitlatecos, mexicanos, matlatzingas y diversos grupos chichimecas.
Entre los purhépechas, como en otros grupos de Mesoamérica, es posible distinguir dos grandes estratos sociales: uno dominante y otro dominado.
El dominante estaba encabezado por el brecha o rey, que era el gobernante supremo, en quien se concentraba todo el poder político, económico, jurídico y religioso. Era además el único representante de Curicaueri, el dios principal, y por lo mismo tenía derecho sobre todas las tierras para su poblamiento y dominio.
La clase sacerdotal estaba dividida en varias categorías, pero todas reconocían a un sacerdote mayor llamado Petámuri, cuyo encargo era el de presidir las oraciones y narrar la historia del pueblo en la asamblea de nobles y sacerdotes. Los predicadores eran los únicos conocedores de los anales del reino al narrar los principales acontecimientos históricos al pueblo, el cual se congregaba con motivo de las principales fiestas religiosas.
La base económica la constituían una serie de grupos, cada uno dedicado a una actividad específica. Los más destacados eran los agricultores, los recolectores y los pescadores, aunque es importante señalar que existían grupos que se dedicaban exclusivamente al comercio a larga distancia, los mineros, los artesanos y los que buscaban por los confines del reino objetos preciosos para el tesoro real. La tierra y los permisos para pescar eran asignados por el cacique en nombre del rey.
En la Relación de Michoacán se menciona la presencia de esclavos. La mayoría de estos eran sacrificados durante las fiestas en honor de los dioses principales, mientras que otros se dedicaban al cultivo de los campos, y algunos más servían a los nobles y sacerdotes. Los esclavos eran los cautivos de guerra o aquellos comprados a los mercaderes.
La religión jugaba un doble papel dentro de la sociedad purhépecha: al tiempo que permitía un control efectivo de las clases bajas, la élite gobernante la utilizaba para justificar su poder político y económico. El grupo de deidades purhépechas estaba presidido por Tucup-achá, dios creador de todos los dioses, de quien se obtenían todos los dones, concebido como un dios universal, así como por Cuerauáperi, diosa creadora de todas las cosas, dadora de la vida y la muerte. Existían también otros dioses importantes, como Xarátanga, diosa de la luna, esposa del sol y patrona del nacimiento de los niños y la fertilidad; Curicaueri, dios patrón del Estado purhépecha, representado en la tierra en forma del rey purhépecha, dios del sol.
Los purhépechas tenían un año solar dividido en dieciocho meses de veinte días cada uno, con cinco días adicionales. El año se constituía de cuatro estaciones: tiempo de las flores (primavera), tiempo de las estrellas (verano), lluvia (otoño) y hielo (invierno).
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